La misión de Gabriel
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Juan Calleja solo tiene once años cuando se emancipa de una humilde familia de mineros anarquistas que residen en un pueblecito próximo a las minas de La Unión, Murcia. Inicialmente se desempaña como cochero de un acaudalado comerciante de paños de Cartagena para, una vez iniciada la Guerra Civil, dedicarse a abastecer de agua las baterías de costa que defienden la ciudad portuaria, en las cuales se convertirá en testigo del hundimiento del buque Castillo de Olite. El conflicto y la enfermedad dejarán a Calleja huérfano, propiciando su internamiento en uno de las muchas instituciones del Auxilio Social que proliferaron durante la posguerra. En el orfanato de El Valle conocerá a su único amigo de la infancia, Luisito Guevara, y sufrirá los abusos sexuales de un joven seminarista que se gana subrepticiamente su confianza.
La traumática experiencia de las violaciones y el trágico final de Luisito Guevara determinarán el futuro de Calleja sumiéndolo en un profundo desorden psicológico durante la edad adulta y convirtiéndolo en un ser amputado emocionalmente que se debate permanentemente entre los recuerdos, el desarraigo y el impulso de venganza. Finalmente, no hallará más solución para conjurar todos los fantasmas de su niñez que deshacerse de aquel mismo que lo ultrajó en la adolescencia, propiciando un ajuste de cuentas cuarenta años después.
Toda esta información la sabemos porque figura en la propia declaración que Juan Calleja realiza frente a la policía en 1979 en la que se confiesa culpable del crimen y detalla todos sus pormenores. Esta declaración es encontrada casualmente en 2019 por el agente Gabriel Samper en el sótano de una comisaría de Murcia, mientras realiza tareas rutinarias de clasificación y limpieza. Después de ojearla y repasarla, el agente Samper resuelve que la declaración se halla incompleta y que faltan, precisamente, aquellas páginas en las que figura la identidad del abusador de Calleja. Automáticamente deduce que una mano anónima las hizo desaparecer por una razón desconocida. A partir de este punto Gabriel Samper iniciará la búsqueda de la parte perdida de la declaración de Calleja, descubriendo en el proceso que la experiencia de Calleja no fue un caso aislado de la época y que, durante un tiempo, la historia del país se debatió entre la supervivencia y la locura. Un país en el que el silencio cómplice de las autoridades garantizaban la impunidad de los opresores.
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