Dos relatos. Calófilo y Cuestión de monedas
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Calófilo es el protagonista del relato homónimo y Apofemo el de «Cuestión de monedas». Sus nombres exóticos revelan la atmósfera peculiar que les toca vivir en sus respectivas historias. Además la presentación que de estos hace Esteban Borrero muestra cuán particulares son sus perfiles psicológicos:
«Conocí y traté íntimamente allá en mis mocedades a cierto joven singularísimo, cuya historia quiero hoy contarte, si no para tu ilustración, para entretenimiento de tu espíritu. Confieso que tengo la convicción de no poder hacerlo con acierto, porque está pálida y descolorida mi memoria; mas, no será esto parte bastante a que yo desista de mi propósito; que aquello que falte de exactitud a mi cuento, ni tú, lector, podrás echarlo de ver, porque no conociste a mi hombre; ni él mismo podrá echármelo en cara porque ha tiempo que desapareció de entre los vivos.
Tenía mi amigo por nombre el de Calófilo. No sabría decirte quiénes fueron sus padres, ni contarte una a una sus niñeces; y juzgo que tú cuerdamente harás caso omiso de tanta sandez como pudiera aquí enjarretarte a imitación y estilo de biógrafo. Baste, pues, que sepas que trabé conocimiento con él muy entrado ya en los dieciocho años. No más de ésos contaba yo, y con ello dicho se está que se comprendieron nuestras almas y que nos amamos como se usa en esa venturosa edad.»
Calófilo enloquece, mientras que Apofemo viaja a una ciudad en que el oro no tiene valor alguno.
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