Esther, una estrella en la guerra
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El texto que el lector tiene ante sus ojos es una obra sensible, humana y compleja; pero, ante todo, fundamental. Su necesidad radica en poder mostrar a los niños un pasado no tan lejano en el cual se había corporizado el odio y la intolerancia, intentando deshumanizar al otro, al diferente, a quien poseía una cultura distinta, al que no pensaba como ordenaba el poder, al que no se ajustaba a los cánones de quienes, radicalizados, decidieron exterminar físicamente a los diferentes. Es una ficción, pero al mismo tiempo no lo es. Es la historia de una niña judía y de la Shoá. Es también la historia de la humanidad, de las víctimas, de los perpetradores, de los justos y de los testigos. Sucedió en un momento del Siglo XX y nadie puede asegurar que no se repita. Entre todos, debemos asegurar que se mantenga la memoria en aquellos que no lo vivieron. Si así no lo hiciéramos, podríamos navegar por las aguas de la irresponsabilidad y la complicidad si llegara a darse algo similar. Cuando Ana Paula Gaud leyó el libro original de Karl Schurster -con quien habíamos compartido el privilegio de nutrirnos en las enseñanzas de Yad Vashem-. Se conmovió y entusiasmó tanto que a los dos días trajo una primera traducción del texto. Deliberamos sobre la importancia de que trascienda en el idioma español, ya que eran poquísimas las lecturas accesibles a los niños en las cuales los docentes se podrían apoyar para abordar la temática. Nos pusimos manos a la obra y consultamos algunas cuestiones puntuales con el autor; ya que no era fácil traducir a un español que pueda llegar a todos, salvando las diferencias idiomáticas que presenta la rica diversidad de nuestra lengua. Inclusive convocamos a Eliana Austin, una colega que trabaja día a día con los pequeños, a quien debemos agradecer por la revisión final del trabajo. Presentamos la traducción para su socialización conscientes de la responsabilidad que ello implicaba, aunque quedamos con el sabor de una labor incompleta… Revisamos todo una y otra vez. Parecía estar todo bien, habíamos respetado su complejidad, la intención del autor, su sensibilidad, su mensaje. Tal vez nos pesaba su historia, nos conmovía y nos llenaba de responsabilidad; no como traductores, sino como ciudadanos en una época en la cual vemos resurgir síntomas y expresiones de intolerancia que llevan a nuestras sociedades por sendas peligrosas.
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