K (Didascalias a una ausencia)
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La palabra didascalia proviene del griego διδασκαλία (didaskalia = enseñanza), formada a partir del sufijo -ia (cualidad) sobre la palabra διδάσκαλος (didaskalos = profesor, el que enseña), que se compone, al mismo tiempo, del sufijo -λος (-los) sobre el verbo δῐδᾰ́σκειν (didaskein = enseñar).
En la Antigua Grecia, la didascalia constituía un registro donde constaban las obras teatrales representadas, con datos relevantes como la fecha o los premios obtenidos.
Los textos de K (didascalias a una ausencia) son pequeños alfileres mnemo-técnicos que irrumpen en el pliegue de un recuerdo, pespuntes epistemológicos en un espacio vacío e impreciso. Constituyen un artefacto lingüístico híbrido en el que la ausencia de linealidad deja entrever el minimalismo de una rendija todavía sin llaga, un mero apuntar, un deíctico que señala estratos de significantes en un palimpsesto de gestos sin completar.
K es un dietario de ausencias en el que las palabras percuten en los espacios en blanco que dejan los sedimentos de otras placas tectónicas textuales.
Por lo tanto, k es el encuadre de K; un ángulo escogido, un rectángulo delimitado, un escorzo seleccionado, puesto que k no contiene en su totalidad a K y K mira para otro lado cuando le dicen que se ha convertido en k. El conjunto de las palabras que componen este libro son un microclima «casual» de un ecosistema más amplio. La historia que se cuenta aquí (k) es una parte importante, pero incompleta de la historia (K) que no se relata; aunque lo que se narra es el hecho completo. Como afirma Wittgenstein: «el mundo es todo lo que es el caso», enmarcado en la totalidad de aquello que acontece.
Ahora toca al lector recorrer algunas de las rutas invisibles derivadas del texto y transitar por el hecho como «el darse efectivo de estados de cosas».
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