La zarobitchanka que no quería llorar
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Lesya, profesora de ruso de 38 años, se separa de su marido y regresa a casa de sus padres con sus hijos gemelos de tres años. Sus padres son pensionistas con pocos recursos. Lesya se ve obligada a irse al extranjero para poder darles un futuro mejor a sus hijos. Primero trabaja en el campo en Polonia; después, se marcha a España. En Polonia y en España comprende que entre Ucrania y los países europeos no solo existe una frontera física, sino también una frontera de otra cultura de comportamiento entre las personas, de otra cultura de respeto. Le sorprende que los funcionarios no humillen a los ciudadanos, que no se crean superiores. Conociendo a gente de otras culturas, Lesya intenta descubrir de qué depende que representantes de unas naciones tengan características comunes que los distinguen de quienes provienen de otras naciones. Y al hacerlo, trata de entender también por qué los ucranianos son como son. En España Lesya conoce a Gana, su futuro marido. Durante casi seis años, Lesya vive sin sus hijos y teme que sus gemelos olviden a su madre. Cuando estos llegan a España, empieza otra etapa. Lesya teme que sus hijos no puedan echar raíces en España. Pero por suerte, los niños, pese a algunos incidentes desagradables, lograron integrarse a la vida española y encontrar amigos. Los gemelos tuvieron la suerte de tener buenos maestros.
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