Una niña muy viejecita

La señora Genoveva Briand-Lemercier, desde que tiene uso de razón, y siguiendo escrupulosamente la consigna de su padre, escribe todos los días algunas líneas en su diario. A sus noventaiún años, considera que está en los umbrales de la juventud y que tiene aún mucha vida por delante pues está a punto de hallar la solución, si no a la completa inmortalidad, a una larguísima longevidad. Pero para conseguirlo debe seguir al pie de la letra las prescripciones de su profesora de grafología y astrología, la señora Bertrand, quien tras haber analizado su carta astral, le recomienda desescribir, es decir eliminar, la mayor parte de lo que lleva ya escrito, y escribir lo menos posible, porque las letras ejercen una influencia nefasta sobre la esperanza de vida. La señora Briand-Lemercier, aplicándose minuciosamente en tan ingente tarea, se ve obligada a releer lo que lleva escribiendo desde su niñez y a revisar y seleccionar los episodios más relevantes de su pasado, susceptibles de ser conservados pese a todo, entre los que se encuentran los referidos a la ocupación alemana en la región parisina y sus sorprendentes relaciones extramatrimoniales.