El milenio que se detuvo

El milenio que se detuvo define la crisis del hombre moderno. Luis está a pocos meses de cumplir treinta años, le representa un trance existencial. No logra encontrar participación en la sociedad ni en sus motivaciones personales. Todas las metas le parecen impuestas y sus sueños se reflejan inalcanzables. La rutina del trabajo, su depresión, las redes sociales, la CDMX y una pandemia mundial lo envolverán en una nube de soledad de la que tendrá que encontrarse a sí mismo.

La novela se narra en capítulos breves, diferentes voces narrativas y tiempos discontinuos. Su función es reflejar la percepción actual. Es decir, un celular con redes sociales activas. En un swipe se encuentran videos, fotos, textos inconexos, pero que en su conjunto reconstruyen nuestra realidad. 

La obra deconstruye el vacío existencial en el hombre moderno. Un ser insatisfecho, sin motivos suficientes para concebir su participación en el mundo. La generación millennial pasa por una crisis generalizada y las pocas idealizaciones (casa, hijos, familia, trabajo remunerado, pareja estable, etc.) se derrumban de a poco, nada parece duradero, ni la vida misma. Si todos estamos tristes y cansados. ¿Vale la pena vivir? Y si sí, ¿por qué la tasa de suicidio ha aumentado a nivel mundial?

Ante ese limbo de sensaciones El milenio que se detuvo refleja el absurdo de la generación millennial que luce más como un puente que conecta con un futuro distinto. En ese puente transcurre la novela, en lo odioso que es un lunes o en la ansiedad que significa una publicación en redes. Escrito para una generación que no sigue adelante.